De izquierda a derecha: Insfrán, Valdés, Morales, Massa y, de refilón, Manzur.

Sergio Massa llamó nuevamente a la conformación de un gobierno de unidad nacional de ser electo presidente. Cómo se reconfigura el escenario político a partir del 10 diciembre.

Por Tomás Demarco

11 de octubre de 2023


Esto iba a tener otro título, mucho más genérico y menos ocurrente, hasta que me crucé con este tweet de Hernán Confino (@horadado). Y es que, como bien dice Hernán, son cada vez más las secuencias que nos cuestan explicar en los términos y categorías que venimos usando para leer la coyuntura política hace 15 años.

Sergio Massa llamó durante el debate presidencial, nuevamente, a la conformación de un gobierno de unidad nacional, con radicales, peronistas, dirigentes del PRO, incluso habló de liberales y la izquierda. Uno en principio podría pensar que se trata de mera especulación; coquetear con un votante que de cara a un eventual balotaje se quedaría sin candidato. Sin embargo, no es la primera vez que el ministro le tira centros de esta índole a la oposición más peronista friendly.

El pasado domingo 24 -en el marco de un acto en la provincia de Salta con motivo del cierre de convenios energéticos- también había dado señales de unidad. En el escenario se encontraban, en el centro de la escena el tigrense, y a un costado los gobernadores oficialistas Raúl Jalil (Catamarca), Gildo Insfrán (Formosa), Juan Manzur (Tucumán), Gerardo Zamora (Santiago del Estero) y Ricardo Quintela (La Rioja); Gustavo Sáenz, el gobernador salteño del Frente Renovador y Oscar Ahuad, del Frente Renovador de la Concordia que gobierna Misiones; y dos opositores, los radicales Gerardo Morales (Jujuy) y Gustavo Valdés (Corrientes). Los convenios en materia energética pasaron a un segundo plano cuando, al cierre del acto, el candidato de Unión por la Patria agradeció la presencia de los gobernadores de las distintas fuerzas políticas, afirmó que “se puede construir una Argentina de unidad nacional, se pueden construir acuerdos más allá de las diferencias”, y concluyó prometiendo a partir del 10 de diciembre convocará un gobierno de unidad porque no tiene “miedo de compartir con los que piensan distinto”. En ese instante se produjo una escena llamativa, con gobernadores peronistas, radicales y provincialistas aplaudiendo la convocatoria a un gobierno de unidad.

Esta declaración, se suma a algunas que fueron trascendiendo en este mismo sentido de parte de actores de diversos espacios. Emilio Monzó, diputado nacional del PRO, advirtió en El fin de la metáfora que el 22 de octubre se pone fin al “esquema político de los últimos 20 años”. y que, si gana Javier Milei “se rompen Juntos por el Cambio, el peronismo y todo lo que conocemos”. Solo unos días más tarde, Leandro Santoro, diputado y candidato a Jefe de Gobierno en la Ciudad de Buenos Aires afirmó, entre análisis y expresión de deseo que, “si gana Milei, Carrió y Cristina podrían estar en la misma trinchera”.

Es en ese marco que habrá que observar atentamente cómo se reconfigura el panorama político a partir del 10 de diciembre.


La ruptura de Juntos por el Cambio

Resulta complicado pensar, como bien dice Monzó, la unidad de Juntos por el Cambio de no ser Patricia Bullrich la próxima presidenta. Y si efectivamente se da este escenario, el más factible según las encuestas, tanto Sergio Massa como Javier Milei, se van a ver obligados a buscar apoyo fuera de los partidos y coaliciones que hoy llevan su candidatura.

Si proyectamos la conformación del próximo Congreso tomando los resultados de las PASO, las cámaras quedarían así:

Cámara de Diputados:

Juntos por el Cambio: 107

Unión por la Patria: 94

La Libertad Avanza: 40

Frente de Izquierda: 4

Peronismo federal y partidos provinciales: 12

Senado:

Unión por la Patria: 33

Juntos por el Cambio: 27

La Libertad Avanza: 8

Peronismo federal y partidos provinciales: 4

Cámara de Diputados del Congreso de la Nación Argentina.

En este contexto, ninguna de las coaliciones estaría en condiciones de lograr quórum propio, y, de no construir acuerdos más amplios, debería gobernar con un Congreso más que adverso.

Si el candidato de LLA es finalmente electo presidente, necesitaría el quórum de 89 diputados y 29 senadores ajenos para llevar adelante las sesiones. El sentido común indica que por afinidad o coherencia ideológica, el liberalismo de Javier Milei recurrirá al sector más reaccionario del PRO. Macri ya dió señales de acercamiento, que tanto la UCR, como la Coalición Cívica y parte del PRO rechazaron de plano. Ruptura.

Del mismo modo, un eventual gobierno de Sergio Massa se vería obligado a buscar el apoyo de legisladores de otras fuerzas. En este caso, Unión por la Patria está a 35 diputados y 4 senadores del quórum; además de sus aliados provinciales, el actual oficialismo tendrá por delante la tarea de seducir a algún sector más light de Juntos por el Cambio. Una aproximación así en la coalición que nació por y solo por la aversión común al kirchnerismo implicaría, nuevamente, ruptura.

Por otra parte, si miramos el mapa de gobernaciones, nos encontramos ante el más atomizado desde el retorno democrático. Aún con Buenos Aires, CABA, Entre Ríos y Catamarca por definirse, si se mantienen las tendencias de las PASO, quedarían 9 provincias gobernadas por el justicialismo, 5 por la Unión Cívica Radical, 5 por el PRO y aliados (Orrego en San Juan y Poggi en San Luis) y los 5 distritos restantes gobernados por fuerzas provinciales. Claro está que gane quién gane, se cierra un ciclo. La hegemonía kirchnerista que supo marcar los tiempos de la política argentina desde su llegada al poder terminó.


¿Es una locura pensar en Corea del Centro?

Hace unos años, se hizo famosa esta expresión que caracterizaba, peyorativamente, a aquellos periodistas que eran críticos tanto del kirchnerismo como del macrismo. Ernesto Tenembaum y María O'Donell co-conducieron un ciclo con este mismo título que hoy me veo obligado a tomar prestado para hablar de algo que parece tener buenas chances de hacerse realidad en un futuro próximo.

Y es que resulta tentador para aquellos que, como Tenembaum, O’Donell y yo, nos sentimos cómodos navegando la ancha avenida del centro, pensar en la posibilidad de una reedición de lo que fue post-2001 la transversalidad. Al arribar a Casa Rosada con apenas el 22% de los votos, a Nestor Kirchner se le abrieron dos caminos: atrincherarse en el conurbano bonaerense bajo el ala de Eduardo Duhalde o construir lo que finalmente terminó siendo el kirchnerismo, una identidad política con peso específico propio, relativamente independiente del PJ tradicional. Esto último lo logró acaparando sectores de lo más variado del centro a la izquierda del espectro político, desde radicales hasta comunistas, pasando por la democracia cristiana y el socialismo. Así se conformó lo que durante casi 15 años sería el Frente para la Victoria.

Ese gran acuerdo transversal que se enfrentó a la tarea de recomponer el orden político, social y económico vió el principio del fin la madrugada del 17 de julio de 2008 cuando en el marco de la crisis del campo, el radical Julio Cobos -entonces vicepresidente y de alguna manera la personificación de la transversalidad kirchnerista- votó en contra de su gobierno y la resolución 125. Aquella fue la primera herida que sufrió la hegemonía del matrimonio Kirchner, y fundó una nueva identidad política donde se encontraron radicales, conservadores y peronistas no K. Desde ese momento hasta la fecha el antikirchnerismo funcionó como aglutinante de proyectos políticos históricamente incompatibles, y la formación de una coalición que logró que por primera vez en más de 90 años un gobierno no peronista termine su mandato.

Sin embargo, desde aquel voto no positivo de Cobos pasaron 15 años y 3 elecciones en las que el kirchnerismo no encabezó la boleta presidencial del PJ. Daniel Scioli, Alberto Fernández y Sergio Massa, tres candidatos que a pesar de contar con la bendición de la actual vicepresidenta, encontraron resistencia por parte de su propia base electoral. Esto demuestra una sola cosa, el kirchnerismo como identidad política dejó de ser hegemónico hace ya varios años.

Julio Cobos, en la histórica sesión en el Senado por la Resolución 125.

Una vez que ese apellido deje de sonar como una amenaza para la república, será complicado encontrar diferencias significativas en un mar de coincidencias ideológicas y programáticas, especialmente cuando en la vereda de enfrente el discurso remite a las épocas más oscuras de nuestra historia. Qué tantas diferencias pueden encontrar, por ejemplo, los flamantes gobernadores Martín Llaryora y Maximiliano Pullaro, o Gustavo Valdes y Juan Manzur. En CABA el propio Santoro mimetiza su discurso con el de Martín Lousteau. Carrió, Schiaretti, Massa, Morales, Randazzo, Manes, Pichetto, al igual gobernadores del interior como Passalacqua (Misiones), Figueroa (Neuquén), Sáenz (Salta), Poggi (San Luis), y otros tantos dirigentes de centro, podrían compartir un gran espacio plural sin espantar a nadie.

De forzar un ballotage, a Sergio Massa se le abre, como al santacruceño en 2003, una oportunidad: ampliar las fronteras de Unión por la Patria y formar un pacto transversal que incluya a todos los sectores del campo popular democrático.

Es cuestión de tiempo, para el 10 de diciembre falta una eternidad y en el medio, uno o dos domingos electorales. Del dicho al hecho hay un largo trecho, pero son tiempos de cambio.


Tomás Demarco

Nacido y criado en el conurbano, crecido en San Luis y migrado a Córdoba. De chico quería ser presidente, ahora no tanto. Apasionado del fútbol y la política. Una vez un profesor dijo c’est la vie y me lo tatué. Para el peronismo un gorila, para el gorilaje, peroncho. Yo? Argentino.